Cuando nosotros como seres humanos, nos adentramos en los caminos del Señor, hay momentos en la vida que sentimos que todo está muy bien, que nada malo nos puede pasar, pero la realidad es muy diferente, y esto no quiere decir que por estar en completa relación con Dios estamos destinados a sufrir o pasar malos momentos; o por otro lado, pensar que por estar en armonía con el Señor, todo será siempre perfecto.
Seguimos viviendo en un mundo donde domina el pecado y las personas se dejan llevar por el libre albedrío.
Es muy fácil vivir cuando todo fluye como queremos, cuando no existen problemas ni complicaciones, pero ¿realmente Dios quiere que tengamos una vida sencilla? Suena muy curioso hacerse esta pregunta, es como pensar si Dios quiere “complicarnos” a voluntad, ¿por qué no podemos tener una vida simple si somos su creación y los que somos realmente cristianos estamos llamados a ser sus hijos, porque Él nos escogió?
Mi respuesta a esas preguntas es como lo decía al inicio: vivimos en un mundo dominado por el pecado, convivimos con personas con distintas creencias y pensamientos, es normal, y es imposible que podamos controlar todo lo que rodea nuestras vidas. Ni siquiera una persona con mucho poder e influencia lo podría lograr.
Un ejemplo muy común es en nuestros propios hogares: ¿Cómo fluye nuestro día cuando convivimos con las personas de nuestra casa? Difícilmente existe alguien que no llegue a tener diferencias con otra persona, esto ocurre con amigos, compañeros, familiares y hasta con la pareja, con más razón va a costar que podamos controlar todo lo que sucede en nuestras vidas, y es más, lograr que todo nos salga “bien”.
Estando entendidos, entonces ¿por qué Dios permite que nos pasen circunstancias negativas? Nosotros estamos llamados a madurar en un carácter santo, es importante que como seres individuales y, colectivamente como iglesia, procuremos crecer, desarrollarnos y buscar el propósito en el llamado de Dios para nuestras vidas. Mediante pruebas, Dios nos lleva a verificar qué tanto estamos madurando en carácter santo, y cómo responderemos ante las adversidades que se presenten.
¿Cómo es nuestra reacción y respuesta durante los problemas?
Creo que alabar y adorar a Dios cuando estamos bien es muy fácil. Incluso hay veces que ni cuando todo está bien, sacamos el espacio y tiempo para tener momentos de intimidad con Dios, para enaltecer su nombre.
Un ejemplo que usamos y que, personalmente me encanta, es el de Job. Un hombre que en una etapa de su vida tuvo suficiente para vivir plenamente, perdió sus riquezas, mueren sus hijos, sufre una enfermedad en la piel, su esposa se vuelve contra él incitándolo a maldecir a Dios, y a pesar de todo, Job no lo maldijo, aunque expresó un lamento profundo y deseó no
haber nacido; pero no lo culparía, en momentos de desesperación, creería yo que sería un
sentimiento muy humano expresar esa misma angustia.
Parte de nuestra humanidad está en pensar que nuestras malas situaciones o lo que sufrimos es por pecar, como los tres amigos de Job le insinuaron al visitarlo.
A mí me ha pasado durante mi vida, he tenido el sentir de que si algo malo me pasa, es porque pequé, pero Dios no nos castiga por cada error o mala acción nuestra, Él no actúa así. Job defiende su inocencia y dice que su sufrimiento no tiene sentido, Dios es justo pero incomprensible.
¿Cómo reaccionamos con una mala noticia, con la muerte de un familiar o amigo, cuál es nuestra reacción si me despiden del trabajo sin razón, si me roban mis ahorros, o si mis planes no salen como esperaba?
Sea cual sea la situación trágica que pasemos, debemos entender que Dios tiene el control, Él permite que pasen esas situaciones en nuestras vidas.
Cuando finalmente Dios le habla a Job desde un torbellino, no le explica directamente por qué sufrió, sino que le muestra la grandeza y complejidad del universo, haciendo preguntas que solo Él mismo puede responder.
La lección es que la sabiduría humana es limitada, y que el hombre no siempre puede entender Sus planes divinos. Al final, Job reconoce su pequeñez ante Dios, humillándose, Dios satisfecho con su fe, restaura su fortuna, le da una nueva familia y larga vida.
Vivamos con fe, no dejemos de alabarle y adorarle sin importar la circunstancia, porque Dios tiene el control, algo mejor vendrá.
Apliquemos lo que dice mi versículo favorito:
“Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.” (Salmos 37:4).
Muchas bendiciones,
David Umaña Blanco.