La semana pasada tuvimos la oportunidad de vivir la semana del Espíritu Santo que, sin duda alguna, fue de gran bendición para mi vida, y sé que para la suya también.
Uno de los anhelos que tenemos como cristianos, después de experimentar alguna experiencia de provecho en nuestras vidas, es el hecho de poder recordar toda la Palabra que nos haya calado, pero usualmente se nos suele olvidar gran parte. No por que queramos, ni por que la Palabra no haya hecho efecto, sino porque muchas veces tenemos tantas cosas en la mente al mismo tiempo, que vamos dejando poco a poco esa Palabra que nos hizo reflexionar.
Es por esto mismo que me gustaría tomarme un momento para comentar brevemente la enseñanza que tuvimos en días anteriores, y aunque es difícil abarcar una semana en dos páginas, escribiré los fundamentos que no se nos deben olvidar en nuestro caminar con el Espíritu Santo.
Lo primero en lo que reflexioné a lo largo de la semana, es el hecho de que nunca vamos a terminar de aprender, y esto se ve reflejado en diferentes ámbitos, pero también en nuestra vida cristiana. Muchas veces tendemos a pensar que por ser asistentes, lideres, supervisores, entre otros, llegamos a tener todas las respuestas sobre el caminar con el Señor o sobre temáticas bíblicas, lo cual, no es del todo cierto, e incluso nos puede llevar a una actitud de orgullo o superioridad, cuando no debe ser así. En Filipenses 1:6 nos dice “que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”, esto implica aceptar cuando nos equivocamos sobre algún texto bíblico, cuando no sabemos si lo que estamos haciendo es agradable a los ojos del Señor, y en este caso, cuando no tenemos total entendimiento de lo que representa el Espíritu Santo. Es necesario reconocer que está bien no tener todas las respuestas, pero es más importante aún, no quedarnos con la ignorancia, pues esto es una de las condiciones para ser llenos del Espíritu Santo.
Como bien lo compartía el pastor Reinaldo Salazar, hay ciertas condiciones para ser llenos del Espíritu Santo, una de ellas es justamente tener conocimiento de Él. En Juan 14: 16-17 Jesús nos dice lo siguiente: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.” Como hemos podido observar, el Espíritu Santo ya está con nosotros, pero eso conlleva el hecho de poder seguir meditando en la Palabra para conocerlo aún más, pasar tiempo con Él, sin guiarnos por las emociones, pues el hecho de no “sentirlo”, no quiere decir que no esté con nosotros, ya que tener fe, es una pauta a seguir en el caminar con el Espíritu Santo, damos el paso confiando en que el Señor nos guiará en el camino.
Cuando ya contamos con conocimiento, fe, actitud y, muy importante, una sed por el Espíritu: sed de conocerlo, de estar ahí una y otra vez rogando en su presencia para poder experimentarlo; tenemos algo muy importante a continuación, y es ocuparnos en la espera, “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.” Hechos 1:4. El Señor nos hace pasar por momentos de espera en nuestra vida, momentos que con nuestro entendimiento, podemos percibir como injustos o desesperantes, pero, hermanos, es justo aquí donde podemos aprovechar para construir una intimidad verdadera con el Espíritu Santo, donde Él se fortalece en nuestras debilidades (2 Corintios 12:9). Además, cuando estamos en estos momentos de espera, podemos aprovecharlos para sembrar, tanto en nosotros mismos, en nuestro crecimiento; como en el crecimiento de otros, y poder hacer llegar la gracia y plenitud que ofrece el Espíritu Santo a la vida de los demás.
Definitivamente, la semana del Espíritu Santo no solo nos permitió recibir enseñanzas profundas, sino también reconocer que nuestro caminar con Dios es un proceso constante de aprendizaje, humildad y dependencia.
Recordar que el Espíritu Santo habita en nosotros, que nos guía aun cuando no lo sentimos y que nos invita a conocerlo más, debe impulsarnos a vivir con una fe activa, sedienta y perseverante.
Por difícil que sea, el pasar tiempo con el Espíritu Santo debe convertirse en un espacio sagrado, donde Él perfeccione nuestra vida, fortalezca nuestras áreas débiles y nos capacite para sembrar en otros lo que también ha sembrado en nosotros.
Que lo aprendido no se quede solo en una experiencia pasajera, sino que se transforme en una práctica continua que nos lleve a una relación más íntima, sensible y obediente con el Espíritu Santo.
Con amor,
Paola García
Ministerio de adolescentes