En el libro de Génesis, capítulo 16, se nos muestra la historia de Abram, Sarai y Agar.
En ese relato, Sarai le concede su sierva egipcia a Abram para que pueda tener hijos por medio de ella, pero al quedar Agar embarazada, trata con desprecio a Sarai. Al sentir este desprecio de parte de su sierva, Sarai comienza a tratar con dureza a Agar, y ella termina huyendo.
En medio de su huida, en medio del desierto, se encontró con el ángel del Señor, el cual le hizo una pregunta clave.
El ángel del Señor encontró a Agar en el desierto junto a un manantial de agua, en el camino que lleva a Shur. El ángel le dijo:
—Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes y hacia dónde vas?
—Estoy huyendo de mi señora, Sarai—contestó ella (Génesis 16:7-8).
Agar venía huyendo de su señora. Se encontraba en el desierto; probablemente, el desierto en ese momento era su mejor opción, porque no tenía otro lugar al cual ir. Y aun así, el Señor, conociendo todo esto, le pregunta: “¿De dónde vienes y hacia dónde vas?”
Ahora bien, ¿de dónde vienes tú?
Yo, muchas veces, me he encontrado en la posición de Agar: huyendo de las cosas que me duelen o de cosas por sanar, y me refugio en el desierto. Pero lo hermoso de esto es la otra pregunta: ¿hacia dónde vas?
Fue en ese desierto donde Agar se encontró personalmente con el Señor, hasta el punto de poder decir: “Tú eres el Dios que me ve, El Roí.”
A partir de entonces, Agar utilizó otro nombre para referirse al Señor, quien le había hablado. Ella dijo: «Tú eres el Dios que me ve».También dijo: «¿De verdad he visto a Aquel que me ve?» (Génesis 16:13).
Lo importante no es tanto de dónde vienes, sino hacia dónde quieres ir.
Si estás pasando por un tiempo de desierto, gloria a Dios por eso, porque puedes ir a Aquel Dios que te mira. Puedes correr a Cristo y refugiarte en sus brazos, y que tu vida sea dirigida por el Espíritu Santo, en Su carácter, amor, misericordia, paciencia y paz.
Puede que el camino hacia encontrarnos cara a cara con Dios no sea fácil, pero vale la pena.
El ángel del Señor le pide a Agar que se regrese y se someta a la autoridad de Sarai (Génesis 16:9). De igual forma, si estás huyendo en dirección contraria de los brazos del Padre, regresa a Él, y sométete a Su voluntad, que es agradable y perfecta, aunque muchas veces no la entendamos.
Clamé: «¡Me resbalo!», pero tu amor inagotable, oh Señor, me sostuvo.
Cuando mi mente se llenó de dudas, tu consuelo renovó mi esperanza y mi alegría (Salmos 94:18-19).
Con cariño,
Raquel Murillo
Ministerio de Adolescentes