¿Alguna vez le ha pasado que se encuentra en su cama, preparándose para dormir, pero en el momento, su mente no lo deja por recordar viejos tiempos?
Ya sea que recuerdes el momento cuando te arrepentiste de no decirle algo a alguna persona, cuando tomaste la decisión equivocada por impulsividad, cuando hiciste el ridículo en público; o algún recuerdo de felicidad que has tenido estancado, un momento al que no vas a poder regresar nunca, pero te gustaría que fuera posible…
Si a usted le ha pasado esto, déjeme decirle que a la mayoría de personas también les ha pasado. Recordar el pasado de vez en cuando no es malo, nos hace ver dónde estábamos antes y quiénes éramos, para reflexionar y agradecer lo que Dios nos ha dado en el presente y de dónde nos ha sacado, pero vivir estancados, pensando en lo que fue o lo que no pudo ser, no es bueno para nuestro progreso como personas.
Ese sentimiento de añoranza por el pasado tiene un nombre, el cual es: “nostalgia”.
La nostalgia es un sentimiento que se puede identificar en diversas historias de la Biblia.
Ejemplo de esto es el pueblo de Israel, durante el exilio en Babilonia, ellos vivieron un sentimiento de nostalgia de los más profundos que se encuentran en toda la Biblia: lejos de su tierra, de su templo y de sus costumbres, los israelitas sintieron el vacío de estar desconectados de su identidad y de la presencia de Dios, tal como la habían experimentado antes.
“Cuando estábamos en Babilonia, lejos de nuestro país, acostumbrábamos sentarnos a la orilla de sus ríos. ¡No podíamos contener el llanto al acordarnos de Jerusalén!” Salmos 137:1 TLA
Este versículo refleja el corazón dolido de un pueblo que llora por lo que perdió, que extraña su tierra y su vida con Dios. Es una nostalgia que brota de la memoria, no solo por un lugar, sino por una relación espiritual que sentían más viva y cercana.
Esto que ellos experimentaron, también se puede reflejar en nuestras vidas, ya que podemos pasar por momentos así, recordamos tiempos en donde estábamos en un momento muy dichoso en nuestra relación con el Señor, por ende, nos invade un sentimiento de añoranza, impulsándonos a querer revivir y avivar esa conexión especial que compartimos con nuestro Dios, regresar a su presencia, con humildad y esperanza.
Esto, hermanos, es uno de los beneficios que encuentro en la nostalgia, poder encontrar puntos de nuestras vidas en donde estábamos en un buen momento y querer recuperarlo en nuestra actualidad, recordando lo bueno que ha sido Dios para con nosotros.
Pero, por otro lado, ¿qué pasa cuando nos quedamos atascados en el pasado, cuando no podemos concentrarnos en lo que Dios quiere regalarnos en el presente, por seguir recordando una vieja memoria?
Este enfoque de la nostalgia puede resultar muy peligroso para nuestras vidas, pues al idealizar el pasado, creamos un ancla emocional que nos impide ver lo que Dios está haciendo hoy.
La mente es muy poderosa, ya que muchas veces, al rememorar el pasado, nos distorsiona los recuerdos para ver solo lo bueno, nublando las cosas no tan positivas. Por ejemplo, al salir del colegio, tuve idealizada esta época de mi vida, y deseaba volver a lo que había vivido años atrás. Realmente puedo decir que fueron años muy bonitos, en los cuales aprendí bastante, pero, sin duda alguna, tuvieron un lado negativo también. Al recordarlos, mi cerebro evitaba pensar en los malos ratos que atravesé, como la exclusión de algunos compañeros, exámenes que no pude aprobar a pesar de estudiar mucho o momentos en los cuales me sentía sola.
Así que, hermanos, con esto quiero decir que la idealización nunca es buena, porque no nos deja ver lo malo, y de lo malo se aprende. Simplemente se tiene que estar agradecido con lo vivido, sé que es más difícil cuando el pasado no fue bueno, pero sin esas enseñanzas, probablemente no serías la persona que eres hoy.
En conclusión, hay que valorar lo que Dios ha hecho en nuestras vidas a lo largo del camino, pero seguir pensando en tiempos pasados, no está bien, porque si nuestro corazón se queda en el pasado, ¿cómo podríamos atesorar lo que Dios quiere de nosotros en el presente?
Hay que afrontar el día a día, confiando siempre en que el Señor tiene el control hasta del más mínimo detalle.
“Hay quienes se quejan de que «todo tiempo pasado fue mejor». Pero esas quejas no demuestran mucha sabiduría.” Eclesiastés 7:10 TLA
Con cariño, Paola García Cubillo
Ministerio de Adolescentes